viernes, 4 de marzo de 2011

Llorente: Nadie entiende su lado femenino... es un hombre que se quiere ver divino




Hace unos días me tocó cubrir la sección de deportes en un ejercicio académico-periodístico. Estuvimos una compañera y yo observando los entrenamientos del Athletic y después asistimos a la rueda de prensa.


Esperamos más de dos horas. Salió el primer jugador que ni su nombre recuerdo. Respondió en euskera unas dos preguntas otras pocas en castellano, y se retiró. Máximo estuvo unos 10 minutos. Después de una media hora, volvió a salir el otro (por día salen dos): Fernando Llorente. El más popular y según los especialistas, el mejor del equipo. Rumores, críticas, pláticas y hasta burlas se escuchaban previo a su aparición. Los reporteros se quejaban de la enorme demora de estos personajes, la cual respondía a que éstos no salían hasta que estuvieran cambiados de ropa, bañados, peinados y maquillados. Me parecía que era una conversación de simple burla. No fue así, Fernando Llorente, ese joven famoso por ser parte de la Selección Española, y a quien se le reconoce en la cancha de futbol por su sudor, su esfuerzo dentro del campo, su uniforme sucio del trabajo en el juego, pasa por el protocolo metrosexual antes de salir a hablar menos de cinco minutos con la prensa.


Dudo que sea una situación nueva. No obstante, recuerdo cuando era pequeño, cómo la mayoría de futbolistas mexicanos salían a dar sus conferencias de prensa con el uniforme del equipo, y hasta recién duchados. No cabe duda que los tiempos cambian. Para bien o para mal, eso queda en la ambigüedad que estas palabras implican. En México hay un personaje que se presenta un fenómeno similar al de Llorente: Javier Hernández , “El Chicharito”. Este joven sale en revistas de señoritas como un símbolo sexual. Es decir, como un galán de telenovela.


Ambos personajes a quien se les podría sumar Cristiano Ronaldo (por citar seguramente sólo a una mínima porción de deportistas metrosexuales), me han llevado a recordar el concepto de Kitsch de Umberto Eco, quien asegura que en el terreno del arte, por ejemplo, una canción de Mozart, se convierte en un producto vulgar o bien Kistch, gracias a que la sociedad, la cultura y demás elementos le han hecho popular. Creo que este concepto se podría volver analogía y aplicar a esas personas que tienen su raíz y su identidad en un campo determinado, pero que por el paso de tiempo se autocorrompen, volviéndose parte de una farándula que no hace más que restarles crédito como aquello que los llevó a la cima y por lo que en realidad valen algo a nivel masa: el futbol.


Por tanto, no cabe la justificación de Amandititita: “nadie entiende su lado femenino... es un hombre que se quiere ver divino”.