sábado, 27 de agosto de 2011

La Europa de siempre


Cuando a los latinoamericanos nos hablan de Europa, nos remitimos a un primer mundo. Modernidad, alta tecnología, ropa elegante, la comida más fina, gente bonita, la mejor educación y una salud de buen nivel.

Quizás esto sucede porque nos remitimos a la estabilidad social de los nórdicos, bajamos un poco y vemos la perfección de los alemanes, la elegancia de los franceses, el porte de los ingleses, el estilo de los italianos, la riqueza cultural de los griegos y la precisión españoles. Pero… ¿qué pasa con los demás países? También son Europa y no forman de un primer mundo.

Los que están out

Portugal no se caracteriza por grandes aportaciones a la Unión Europea. República Checa y Polonia no tienen ni siquiera el euro como moneda oficial. En una conversación que tuve con un joven politólogo danés, me platicaba de su impacto cuando conoció Praga: “Las escaleras mecánicas del Metro totalmente destruidas, la gente se pasaba por las vías para atravesar de un lado al otro. Parece que después de la Segunda Guerra Mundial el tiempo no ha pasado”, dijo sorprendido.

Cuando visité Milán, capital de la moda, estuve por cuatro días en una zona común y corriente. Estaba llena de inmigrantes. Las calles sucias. Edificios muy viejos. Los parques descuidados. Pocas áreas libres para llevar a los niños.

Los que están ‘in’

Dinamarca para los latinoamericanos es ejemplo de educación. De economía y de modernidad política. Su ministro acaba de adelantar las elecciones porque la gente lo ha exigido. El mismo chico con el que conversé, me había dicho, previo al anuncio, que era algo que estaban esperando. Cuando le comenté sobre la percepción que hay en América sobre ellos, se quedó pensando: “Tal vez sí. Pero es tanta nuestra fama de ser 'lo mejor', que el gobierno se ha estancado desde hace muchos años. El sistema educativo y el servicio médico son los mismos que cuando se nos decía que representábamos un ejemplo mundial. Ése es el problema en los nórdicos”.

La caída

Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, Grecia, Portugal y España son, de cierta forma, los protagonistas de Europa. Digamos que la cara del continente. Tienen una gran responsabilidad ante el mundo. Pero ya han fallado.

Merkel, pese al inminente crecimiento de Alemania, sigue cayendo políticamente. Francia e Italia encabezan uno de los shows políticos cada vez más falsos para continuar en el poder. Inglaterra es una combinación de lo que sucede en los anteriores países. Grecia y Portugal son dependiente de los éstos. España espera a su nuevo presidente que, por elecciones anticipadas, se elegirá este mismo año.

Los conservadores están en el poder. Los reinados continúan. No con la misma influencia que hace unos siglos, pero la figura persiste.

La famosa crisis del pepino ha sido un ejemplo que representó un golpe muy fuerte a la izquierda española. La economía y la política fracasaron por causas ‘erróneas’, al confirmarse de que España no era la emisora de la bacteria. Francia con el caso Strauss-Kahn parece tener una situación similar al demostrarse que su acusadora de violarla ha fallado en las declaraciones. Ambos ejemplos son la señal perfecta para saber la tendencia hacia la que se dirige Europa.

Quizás no haya un retroceso, porque no dejan de ser más ingeniosos y menos mañosos que los gobernantes latinoamericanos. Lo que sí es seguro, es que políticamente, (sépase que ello implica educación, cultura, salud y estabilidad social), van rumbo a la 'Europa de siempre'. A ésa que muchos europeos echan en falta de una evolución hacia la adaptación de las necesidades de ahora. Esas necesidades que el conservadurismo aún intenta tapar con el dedo de la aristocracia europea. La misma de siempre.