jueves, 28 de octubre de 2010

El Méjico que dejé

Hace unas semanas dejado mi Méjico...

En tan poco tiempo han cambiado muchas cosas dentro mí. Extraño algunas otras. No lo niego...

Me he ido con una ilusión...

Actualmente llevo a cabo las actividades para las que fui designado. Por las tardes, o a veces en la noche salgo a correr. Poco extraño se me hace no ver un puesto de tamales en la esquina del polideportivo de la zona. Sí... ése que tiene tres albercas, de enormes campos, siempre limpio y lleno de "gente bonita".

No se me hace raro dar cada vuelta que dura entre siete y 10 minutos y que en ese camino no me encuentre con una joven menor de 17 años, morena con el pelo teñido de rubio, con un vástago en brazos, otro jugando y quizás el otro "en camino"

Al terminar mi rutina, paso dos enormes, limpias y hermosas avenidas que a veces se ven entorpecidas por conocidos para mí conductores impertinentes y que mi amiga francesa no acaba de comprender que se rebasen los unos a los otros para ganarse el lugar de estacionamiento.

Al llegar a la esquina del sitio donde vivo, no sé por qué no se me hace raro no ver un puesto de tortas que compite con otro de similar alimento frente a un cuarteto de locales de tacos y demás garnachas...

La primera vez que di un recorrido por los barrios cercanos a donde hoy duermo y paso bonitos momentos con gente amable y educada, me llegaron las 4 de la mañana. Aún no contaba con celular, pero mi amiga de Nicaragua sí...

Mi camino a la escuela no es como en Mejico. La gente es puntual, nadie come en el salón como yo mismo lo hacía y cuando como en la calle mi lácteo o durazo, la gente me observa raro y Gema y Sara (buenas compañeras), se ríen diciendo que no es común ver eso.

Nada de eso me causa nostalgia o sentimiento de orgullo...

Cuando me despedí de mi país y vi las últimas luces de la maravillosa ciudad de México, derramé un par de lágrimas. No lo hice de tristeza. Dejé a mis seres queridos llorando porque me envían con un luto. Un luto que le agradezco a ese Méjico ignorante y sobrepoblado. A esas ciudades asquerosas de gente nefasta que no dejará jamás su ideología del "chingar por chingar". A esas basuras humanas que no hacen más en empobrecer la calidad de vida que ya mucha gente se merece tener por el esfuerzo de su trabado del día a día.

Desde que me fui he escuchado noticias y no cambian. Muertos, chismes políticos y demás circularidades de hechos que ya son una constante en Méjico no cesan.

Quizás Méjico no reciba la evolución que merezca en un buen tiempo. Tal vez nunca para nosotros. Un sueño que tengo, y que es probable se quede en esos niveles del deseo, es regresar a mi país y poder correr, no importando ambulantes, limosneros, madres prematuras en el paso.

A mí únicamente me gustaría regresar a un Méjico en el que no tenga que esconder la baratija más insignificante que lleve, para que no se la lleve el primer parásito de los que muchos hay. Y peor aún... espero mejor dejen de existir, para así regresar con el deseo de permanecer y no huir como hoy lo he hecho...

Hoy añoro no volver a pisar la suciedad que he dejado.

Así de simple: hoy y siempre espero no regresar al Méjico que dejé. Ese Méjico de luto y en proceso de descomposición que no hace más que hacer presentes recortes dramáticos que enmarcan historias de vida dolorosas, crueles, y para suerte de muchos increíbles.

Cuando la música corra por tus venas,

prepara las alas:

Dios te ha elegido.

Eres de los suyos